Mes: septiembre 2020

¡Que no te importe!

Esta no es una nota acerca de dos temas que precisamente hoy se presentaron en mi vida desde diferentes fuentes, diferentes personas y por diferentes medios.

Por un lado, el tema que siempre he presumido ante quien puedo: hago lo que quiero, lo que me gusta y apasiona y además ¡me pagan!

Hoy aprendí que el fin último de toda actividad humana es ayudar a los demás, y solo ayuda realmente quien lo hace de corazón, quien realiza la acción de ayudar sin esfuerzo y eso solo se logra haciendo lo que te hace feliz a ti, a nadie más que a ti. Lo demás solo es una consecuencia.

Y este aprendizaje me lleva al segundo tema. Que no te importe lo que los demás dicen o piensan de ti. Esta es una de las más grandes y paralizantes estrategias que usa el ego para que no logres ser feliz alcanzado a vivir de la manera que escribí líneas arriba.

Quien se preocupa por el qué dirán no construye su felicidad al rededor de lo que llena su corazón sino al rededor de lo que los demás dicen que se debe ser o hacer.

El elefante encadenado

Alguna vez leí un texto acerca de un elefante encadenado…

La historia iba más o menos así… en una ocasión, un niño al que le gustaba ir a circo, vio que un elefante enorme estaba encadenado de una pata con una cadena de grandes eslabones…

Esa cadena estaba solo sobrepuesta a una pequeña estaca de madera, apenas enterrada unos centímetros por debajo del piso…

Era de esperar que un animal de esas dimensiones y con la fuerza necesaria para derribar un árbol podría, fácilmente y sin ningún esfuerzo, caminar arrastrando la cadena y con ella la endeble estaca, y entonces sería libre.

El niño de la historia pregunta cómo es que el elefante no escapa siendo que lo puede hacer, a lo que le contestan que es porque está entrenado, respuesta que ocasiona la siguiente pregunta obligada… y si está entrenado ¿por qué lo amarran?…

La verdadera respuesta a la pregunta inicial es que el elefante no escapa porque está cansado de luchar…

Siendo un pequeño elefante, alguien lo amarró con una gran cadena a una estaca firmemente enterrada en el suelo…

Después de muchos intentos por parte del animalito para escapar, simplemente, con el paso del tiempo, se dio cuanta que no podría…

Ahora, ya de adulto, simplemente no lucha, siente la cadena, mira la estaca, y da por descontado que no podrá escapar…

Esto es tan cierto para el elefante encadenado como para el hombre…

Nosotros tenemos también nuestras cadenas atadas a palitos endebles, y simplemente ya no luchamos…

Así como el elefante encadenado, nosotros no nos atrevemos a hacer grandes cosas, a perseguir grandes metas, porque simplemente pensamos que no podemos.

Es algo que venimos arrastrando desde nuestra niñez, así fuimos educados. Alguien se encargó de grabar en nuestra mente: No puedes y nunca podrás.

No obstante, la única manera de saber si realmente podemos es intentando… y si fallamos, intentar de nuevo, poniendo en ese intento todo nuestro corazón… solo entonces seremos libres…

La esencia de ser…

La esencia… lo esencial… lo principal…

Infinitivo del verbo ser… existir.

En un ser humano es lo que lo hace único, diferente del resto de la humanidad.

Tu esencia es lo que te distingue, lo que dejas tras de ti cuando no estás, lo que los demás recuerdan de ti cuando te vas…

Es tu personalidad, tu distintivo, tu sello personal…

No importa si creas una escultura, terminas una pintura o compones una sinfonía… no importa si das un apretón de manos, saludas a tu vecino o escribes una carta… tampoco importa si llegas a la oficina, te sientas en tu escritorio y no te levantas en ocho horas, sin convivir con nadie… siempre dejas impresa tu esencia.

Y no importas si finges ser quien no eres, si te ocultas detrás de una conexión anónima detrás de un Nick y un avatar para participar en un foro… siempre dejaras tras de ti tu esencia.

Y esa esencia no se puede borrar, no se puede cambiar, no se puede esconder… habla de ti, de lo que eres en realidad y la gente que en verdad te conoce la reconocerá de inmediato, aun sin saber en realidad que se trata de ti.

Tu esencia es lo que hace que un buen amigo se alegre de verte, que tu hijos sientan que eres su héroe, que el amor de tu vida te ame por siempre…

Nunca te avergüences de tu esencia, es avergonzarte de quien eres, de donde vienes y hacia donde vas.

Tu esencia te hace único… vive esa unicidad y compártela con los demás.

¡Tienes que creértela!

Derechos Vida Entrepreneur

Escuchar o leer entrevista completa en https://vidaentrepreneur.com

-Roberto Ibarra: Oye Ariel, antes de entrar más a detalle de lo que es Ariel Rojo Design Studio, y cómo has llegado a esta trayectoria y este portafolio tan extenso que tienes, lo que hacemos aquí en el programa de Vida Entrepreneur es motivar a nuevos emprendedores a que nazcan. Pero antes que nada les queremos contar la realidad. Que nueve de cada diez emprendimientos van a fracasar, y cómo ellos se comporten ante estas situaciones de fracaso es lo que va a definir su éxito posterior como emprendedor. Entonces en esa tónica Ariel, por favor cuéntanos la historia de tu peor momento como emprendedor. La situación que más te haya dolido a la fecha en este emprendimiento. Por favor llévanos a revivir esa historia contigo.

-Ariel Rojo: Mira, historias de terror yo creo que todos los días tenemos hasta cierto punto historias de terror. Porque el diseño se dedica a solucionar problemas. Entonces somos como estos programas de detectives, que hubo un homicidio o algo espantoso, y llegan con nosotros para que les demos una solución. Así es. Entonces historias de terror son nuestro día a día. Ahora, historias de terror en nuestro inicio como emprendedores, te voy a contar una muy buena. Yo comencé a trabajar en la empresa de mis papás. A los 17 años diseñaba circuitos impresos. Toda la parte del diagrama y la interconexión para hacer las tarjetas verdes donde van todos los componentes electrónicos. En ese entonces tenía un cliente, un ingeniero en Pemex que no me conocía físicamente. Estamos hablando de mil novecientos noventa y tantos. Todo era por teléfono, por fax. Entonces estos ingenieros me hablaban y me decían: Ariel, ¿cómo estás? Te mando el diagrama. Yo hacía el dibujo. Se los pasaba por fax. Me daban el visto bueno. Entonces mi papá fabricaba las piezas y se las mandábamos a una plataforma petrolera que estaba en Campeche. Un buen día me habla este ingeniero y me dice: oye, voy para allá. ¿Qué te parece si nos conocemos y eso, porque nos encanta trabajar con ustedes? Perfecto. Ese día que acordamos llega el ingeniero. En la oficina mi papá tenía dos pisos. Llegan con la persona que los recibe, preguntan por mí, los dirigen a mi oficina, y ahí estoy yo, un chavito en ese entonces de 17 años más o menos, a lo mucho 18, dibujando algo en mi escritorio. Tocan la puerta, y escucho a un señor diciéndome: oye amiguito, ¿está tu papá? Como mi papá tenía la oficina al lado de la mía, yo no tuve la precaución de preguntar quién era, y dije: sí, claro que sí. Fui por mi papá, llegué con él y estos ingenieros se dirigen a mi papá. ¡Hola Ariel! ¿Cómo estás? Mi papá: no, espérense. Yo soy Jorge, él es Ariel. En el momento en que les dijo: él es Ariel, estos cuates que eran dos ingenieros, se quedaron callados durante un minuto. Nada más se veían, me veían, veían a mi papá, se veían otra vez, y no decían una sola palabra. Fue de los minutos más incómodos que he tenido en mi vida. De repente yo dejo de existir para ellos, y se dirigen a mi papá diciéndole: señor Rojo, disculpe pero ya no podemos trabajar con usted. Mi papá dice: ¿por qué? Estos cuates dicen: ¿cómo que por qué? ¿No se da cuenta? Mi papá: pues no sé de qué están hablando. Pues es un niño. Mi papá voltea a verme, y yo todo pubertín. Pues sí es un niño, no me lo va a negar. ¿Eso qué? No, pues es que estamos hablando de que están haciendo circuitos para plataformas petroleras, y lo está haciendo un niño. Mi papá: sí. ¿Y? Mi papá la verdad es que agarró muy bien la onda y les dijo: a ver. Ustedes son los clientes y ustedes deciden. Nosotros no los vamos a obligar. Yo le voy a hacer tres preguntas, ingeniero, y después de ellas ustedes toman la decisión. La primera pregunta es: ¿cuánto tiempo tiene trabajando este niño con ustedes? Pues un año. ¿Cuándo les ha fallado? Pues la neta nunca. La más importante: ¿usted puede hacer lo que este niño puede hacer? Porque yo no. Se quedaron pensando, y a regañadientes dijeron: bueno, pues ya. Sigan adelante. Cuando se van los ingenieros me dice mi papá: no te preocupes. Cuando te salga bigote ya no vas a tener este problema. Entonces la moraleja es que sí, efectivamente esta parte de emprender y de creértela tiene que ser desde el corazón y siendo joven. No tirar la toalla, a pesar de todo lo que la gente te diga. La gente es experta en decirte qué es lo que puedes hacer y qué es lo que no puedes hacer, y no hay persona realmente capaz de decirte eso. Eso es algo que tú tienes que descubrir.

Mentes atrapadas

Tu mente es un campo de batalla, una batalla constante de pensamientos, ideas y creencias.

Si te pones a analizar que tu mente determina tu templanza ante la vida, te darás cuenta la importancia de liberar tu mente de ataduras, por lo que debes luchas y lograr la victoria.

Stephen Covey mencionaba que las victorias públicas preceden a las privadas, y tenía razón.

Una menta atrapada no puede ver más allá, pero una mente libre se abre al mundo de las posibilidades infinitas.

Como cualquier parte de nuestro cuerpo, el cerebro, si no se ejercita, se atrofia, y al contrario de la creencia popular, el cerebro no envejece, nunca es tarde para aprender un nuevo idioma o a prender una nueva habilidad.

Por otra parte, no hay cerebro que sea capaz de recodar absolutamente todo; con un proceso especial desarrollado por nuestro cerebro, este se encarga de mover toda la información innecesaria a un lugar especial llamado subconsciente, salvo algunas experiencias relevantes, momentos y detalles específicos a los que llamamos nuestro pasado.

Nadie recuerda todo de su pasado, sino solo fragmentos fuertemente anclados debido a lo que se sintió o hicieron sentir.

El cerebro, también, se encarga de borrar todos los momentos que fueron demasiado dolorosos o traumáticos como para enfrentarlos y los encierra bajo llave para asegurarse que nunca salgan a flote.

Es así como los recuerdos se transforman en filtros por los cuales nuestras experiencias pasan y así nuestro cerebro acepta las que pasan por dicho filtro y desecha las que no.

Así, lo que tu mente te entrega después de haber aplicado sus filtros es lo que la vida te va a entregar. La mente es un gran filtro, todo pasa a través de él; algunas cosas las acepta, otras las desecha y otras la distorsiona con la finalidad de ajustarlas a sus filtros.

¿Quieres ajustar tu vida a otra realidad? ¡Ajusta tus filtros!

Enfócate

Muchos confunden la capacidad de realizar varias tareas a la vez, que no simultáneamente, con el enfoque, pero no son lo mismo.

Enfocarse en tener la vista fija en la meta a lograr, lo que evidentemente puede implicar realizar más de una tarea.

Sin embargo, el no estar enfocado puede traerte como consecuencia que tu mente divague y tu día se te valla como agua entre los dedos sin que logres avanzar hacia adelante.

Como dice el dicho: para el que no sabe a donde va, cualquier camino lo lleva ahí. Pero para quien sí sabe a donde va y lo que quiere, mantener el enfoque le garantiza que las mil distracciones que sin duda se presentarán no lo distraerán lo suficiente como para perder el rumbo, es más, es precisamente el enfoque lo que te permitirá ver que te estas desviando y permitirá realizar los ajustes necesario para retomar el rumbo.

Enfócate en tus metas, atiende los asuntos que seguramente se te presentarán, pero no quites la mirada de tu objetivo final.